La gratitud es una de las emociones más intensas que el ser humano pueda experimentar. Aprender, escuchar, abrirse al mundo y recibir, son actitudes necesarias para experimentarla en plenitud.
A partir del año 2000, cuando los psicólogos empezaron a hacer investigaciones sobre las emociones positivas, los seres humanos hemos estado más atentos a buscar la felicidad, la inspiración, la compasión y la gratitud. Emociones que si nos decidimos a experimentar, cambian no solo nuestras vidas sino la dinámica de nuestro círculo social.
Veinte años más tarde, estamos en un siglo de tecnología, desarrollo industrial, comunicaciones globales y desarrollo científico, y paradójicamente más cerca a la tristeza, la depresión y a la soledad. ¿Por qué? En mi interpretación, la tecnología puede estar apoyando estos desarrollos científicos pero no las interacciones humanas. Y sin ser la única causante, facilita la competencia que nos lleva a demostrar que somos mejores que los demás, a la falta de sentido o servicio social y a la pérdida de nuestra capacidad de asombro frente a eventos que no están bajo nuestro control. Situaciones que nos dejan aislados y creyendo que la vida la generamos exclusivamente por nuestras acciones, y no por la interacción del ser humano con el mundo a su entorno. Por eso mi propuesta para combatir este desequilibrio interno como seres humanos, es la gratitud.
Conocí la Gratitud porque alguien me habló de ella en un momento de alto éxito ejecutivo y muy baja felicidad. Me habló de los beneficios que recibía día a día por permitirse solamente estar agradecido.
El primer estado de la gratitud tiene que ver con dar gracias por algo que alguien hace por ti y que simplemente es la respuesta a un pedido que tú has hecho. Esta sencilla palabra no necesita nada diferente a la decencia que nos enseñan cuando niños. Por eso la llaman la palabra mágica, pues admite tus afectos por lo que la gente hace por ti, cuando lo has pedido. Ésta la defino como agradecer y aun, cuando es el primer nivel emocional de la gratitud, abre puertas. Nos permite ver el ser humano que hay detrás y nos da un primer grado de conexión. Puede ser una estancia básica de interacción, pero nos da la sensación de que hay alguien al otro lado. La manera más fácil de reconocer la importancia de este primer nivel de conexión, es lo que sentimos cuando alguien no nos da las gracias; inclusive, yendo más allá de lo cultural, sentimos que esa persona es grosera y difícilmente quisiéramos interactuar con ella.
El segundo estado viene desde más adentro y es el sentirte agradecido. Este nivel de gratitud, requiere un nivel de conciencia mayor y el estar abierto a ver y recibir. El estar agradecido es el reconocimiento que sientes por el bienestar que alguien o algo ha causado en tu vida sin haber pedido nada, algo que te fue dado porque la otra persona quiso darte u ofreció como una parte de sí misma. Por ejemplo, los cuidados que dan los padres, el amor y el cariño de familia y amigos, las enseñanzas de maestros o los triunfos de nuestros deportistas. Este sentirse agradecido nos permite estar abiertos al amor, al compartir y al dar y recibir. Permite ver en los otros seres humanos, la posibilidad de un futuro juntos y la confianza de saber, que unidos, logramos más. También nos da júbilo y la necesidad de compartir más allá que un solo encuentro. Nos sentimos más solidarios, y parte de algo que vale la pena.
El tercer nivel de gratitud, que al comienzo nos exige un poco de asombro y desprendimiento frente a lo que vivimos día a día, no tiene que ver con un evento en particular, es más un estado de ánimo constante que tiene que ver con estar abiertos a la vida, despiertos a ver y escuchar fuera de nosotros, y sobre todo dispuestos a recibir y a saber que estás recibiendo constantemente, que no estás solo o aislado y que no todo lo que tienes lo has producido tú mismo. Este nivel de gratitud tiene que ver con reconocer el ser inmenso que hay en cada individuo, único y especial, y que cada individuo forma parte de algo más grande, algo que va más allá de las acciones diarias individuales, y que puede llenarnos de sorpresas, si tenemos los ojos para verlas.
A ese estado le llamo, vivir en gratitud o vivir en estado de gracia, que lejos de tener un sentido religioso, es una sensación de profunda conciencia para recibir la vida. Saber que se está vivo y sentirse parte de una cadena vital de acontecimientos que pasan a diario sin que los estemos controlando y que pueden afectarnos positivamente. Cuando vivimos agradecidos, el espíritu de nuestras acciones es diferente, nos sentimos en bienestar, actuamos para que nuestros actos tengan sentido más grande, y generen una productividad no solo económica sino de bienestar social para nosotros y los que nos rodean. Este efecto de la gratitud, aumenta la posibilidad de relacionamiento e interacción humana y nos permite entender que estamos en una cadena de acontecimientos. En la gratitud las relaciones sociales se llenan de compasión y la interacción con otros seres humanos se facilita, ahuyentando la soledad.
“¿Crees que hoy es un día más en tu vida? Hoy no es solo “otro” día más. Es el día que te han dado para que vivas hoy. Te lo han dado, ¡es un regalo! Es el único regalo que tienes en este momento y por ello la única respuesta adecuada es “la gratitud”… pues este día es único e irrepetible” David Steindl-Rast
Debo confesar, que al principio no fue un sentimiento fácil de entender porque estaba cerrada en mi propia burbuja; luego fue un poco doloroso porque me sentí desagradecida frente a todo lo que tenía y empezaba a ver; pero después de entenderla e incorporarla, sentí que la gratitud es la fuerza que me da la capacidad de disfrutar con intensidad todo lo que tengo en mi vida y sobrellevar momentos difíciles, pues me pone en perspectiva frente a otras situaciones, y frente a las situaciones de vida que otros tienen.
Sé que para muchos la gratitud es un concepto relacionado con la dimensión religiosa. Creemos que estar en gratitud es una práctica dogmatizada por las diferentes religiones. Algunos exponen que es utilizada por las religiones para dominar a sus adeptos. Y sin saber o querer, entran en esta discusión. Mi punto es que la gratitud es una alegría incontenible que se siente en el cuerpo, que creyentes y ateos no pueden negar cuando ésta los inunda; ni podrán negar, que acto seguido a la gratitud, es el querer relacionarnos afectivamente con otras personas y compartir el júbilo que estamos sintiendo.
Así que desde mi vivencia, y desde lo que he estudiado de ella, me atrevería a explicar la Gratitud en tres niveles o estados de intensidad, no sin antes advertir que para sentirla hay que experimentarla con ganas de aprender, escuchar, abrirse al mundo y recibir.
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Por:Maribell Gonzalez E.
Coach Ejecutiva y de vida – Especialista en liderazgo
Colabora en Revista Edu.co