Todos los seres humanos nos hemos preguntado y nos seguiremos preguntando ¿quién soy?, y en la respuesta que nos dan, disciplinas científicas y sociales, nos venden el mito de la separación.
En el mito de la separación, nos presentan como ese Ser aislado del mundo, individual y responsable de sí mismo. Y sin explicarnos más allá, el verdadero significado de la individualidad, nos dejan solo con el hecho de estar “separados” de los otros al acecho de la, hoy, creciente soledad.
Confundimos la soledad como estado y la soledad como emoción. Estar solo, como el verbo lo sugiere, es el hecho de estar sin compañía. En el otro lado, el sentirse solo, implica la sensación emocional de no estar conectado, identificado, o relacionado con nada o nadie. Y aunque difícilmente un ser humano está totalmente aislado del mundo, la sensación de estar desconectado hace que lo sintamos así.
Para poder entender esta sensación y poder cambiar nuestra emocionalidad frente a ella, es fundamental reconocerla en nuestras acciones y decisiones, pues la soledad se genera en nuestra interpretación sobre lo que son las relaciones, lo que son los otros:
Como fuentes más comunes del sentirse solo, hoy expondré cuatro situaciones, que para mí son las más comunes; no significa que sean las únicas, son las que como coach, más llegan a mis manos:
1. Solo contra el mundo: esta especie de llanero solitario está convencido de que puede hacerlo todo solo y que no hay nadie que lo haga mejor que él. Fue criado con frases como “no se puede confiar en nadie” y “tú puedes solo”. En el lado positivo de la situación, estas frases crean la responsabilidad y la posibilidad de valerse por sí mismos, pero carece de mostrar a los otros como posibilidades para que nuestro mundo se nutra de territorios que nunca hemos conocido. Estas frases dan también esta sensación de estar por encima de los demás, que por obvias razones, hace que ese otro no se sienta incluido y no quiera estar cerca del “todo lo puedo”, convirtiéndolo en un lobo estepario. Muy eficiente, muy responsable, muy individual, pero con la incapacidad de construir en equipo, pues su visión es la única que sirve.
2. No me quiero comprometer: el mundo me pide más de lo que estoy dispuesto a dar. Este personaje siente que está obligado a decir que sí a todo lo que las otras personas le piden. Y como no está dispuesto, prefiere quedarse en la soledad de su vida, tranquilo sin tener que aceptar nada de lo que otros traen. Es cierto que entrar en contacto con otras personas requiere que negociemos, y eso no es tan cómodo como hacer lo mío sin que nadie me moleste. Aquí la clave es saber qué queremos de verdad y a qué estamos dispuestos. Compartir y entrar en relaciones (de cualquier tipo) no implica obligarnos a aceptarlo todo, podemos negociar lo que queremos y lo que no. También podemos decidir con qué tipo de personas queremos estar. Salir al mundo no significa que se tenga que aceptar cualquier cosa, puedo decidir con quién, cuándo y que quiero compartir.
3. La víctima: esta persona ve el mundo como algo que quiere hacerle daño. Siente que no está en su poder el enfrentarse al mundo y cambiar, manejar o diseñar las situaciones de su vida. Prefiere meterse en una hermética armadura donde nada puede entrar a dañarlo, pero donde tampoco nada sale, y es ahí donde se siente la soledad, en la imposibilidad de interactuar con otros. Es más fácil decir “hay un mundo cruel que me quiere dañar” a “hay retos y situaciones que me cuesta trabajo vivir” que desde el poder interior y con la ayuda de otros, se puede lograr. Este personaje necesita recuperar su poder y también asumir su responsabilidad. El resultado de nuestra vida depende definitivamente de nuestras acciones individuales o comunitarias sobre el mundo.
4. El incomprendido: este personaje es el que no encuentra a nadie que se parezca a él. Se siente como perro a cuadros en cualquier espacio social. El mundo no lo comprende, no entienden su forma de ser, es único. Así que al aislarse, también decide no explorar convencido de que no va a encontrar. Y me pregunto, en un mundo de 7 billones de habitantes, con internet, con diversidad de pensamientos, creencias y movimientos sociales ¿será posible no encontrar alguien que tenga gustos similares? Es verdad, somos únicos e irrepetibles, pero el reto está en buscar conexión y sobre todo en querer encontrarla.
Al creernos el mito de la separación, lentamente hemos creado la herida social de la soledad. Y digo que es una herida, no solo porque causa dolor y consecuencias como la depresión, el suicidio y la infelicidad por falta de sentido, sino además, porque incoherentemente la misma sociedad la estigmatiza y la castiga. Así que nos enseñamos a ser individuos pero señalamos al que está solo, perpetuando el peor aditamento de la soledad, el silencio. Lograr entrar en conexión con otras personas en este mito separatista, requiere de nuestra decisión de querer hacerlo y de nuestras acciones constantes para lograrlo. Por eso es fundamental para mí, dejar claro que el ser un individuo responsable de mí mismo, de mis actos y de mi vida, no riñe ni está en contra de hacer parte de diversas relaciones. Vivir en soledad y aislado, es ir en contra de nuestra naturaleza de estar en comunidad, lo hacemos desde las cavernas, lo necesitamos. Por eso es tan doloroso, porque va en contra de nuestro ser comunitarios, de vivir en grupos, tribus, manadas. Va en contra de esta necesidad profunda que tenemos de ser parte de algo más grande que nos da sentido y nos sume en la tristeza y la depresión que vemos hoy.
Para entrar en relaciones necesitamos cuatro pasos:
- Comprender que no soy un organismo aislado, parte de mi poder personal está en mi capacidad de estar en grupo.
- Conocerme cada día más, saber qué me gusta, qué quiero, cómo me siento feliz y satisfecho, así puedo encontrar personas para congeniar y compartir lo que soy.
- Conversar sobre lo que me gusta, decir sí o no a lo que me ofrecen y atreverme a ofrecer, dando el derecho al otro de decir no. Al igual que yo, el otro puedo decir no sin sentirme rechazado.
- Poder entrar en negociación, en conversaciones que nos permitan llegar a acuerdos sobre lo que queremos juntos.
Siempre nos han explicado que somos individuos, pero no nos han explicado que parte de nuestra fuerza es estar conectados, y está comprobado que en equipo llegamos más lejos.
Lograr entrar en conexión con otras personas en este mito separatista, requiere de nuestra decisión de querer hacerlo y de nuestras acciones constantes para lograrlo. Por eso es fundamental para mí, dejar claro que el ser un individuo responsable de mí mismo, de mis actos y de mi vida, no riñe ni está en contra de hacer parte de diversas relaciones.
Especial para Great Place to Study
Por: Maribell González E.
Coach Ejecutiva y de Vida
Especialista en Liderazgo