La amistad, un vínculo creado desde la infancia

la_amistad_GPTS

La complicidad, la confianza, la lealtad y el respeto son los cimientos para fortalecer ese lazo afectivo. No obstante, puede haber relaciones muy influyentes como también bastante nocivas

Desde pequeño, el ser humano siente la necesidad de formar alianzas con otras personas a las que considera afines con su manera de ser y de expresarse. Es así como, desde
el inicio de la vida, la amistad es un lazo que se consolida. En esta etapa se basa en dar y recibir y, al mismo tiempo, en compartir momentos que para los niños constituyen la parte esencial de su descubrimiento vital.

“Los seres humanos somos seres sociables por naturaleza; por tanto, todas la interacciones con nuestros congéneres facilita o entorpece el proceso evolutivo en todas las dimensiones del ser: emocional, física, mental y espiritual. Desde el vientre materno, el bebé en gestación se está relacionando con su entorno y con las emociones de sus progenitores, formando patrones neuronales que más adelante se reflejan en su personalidad”, explica Claudia Almanza, psicóloga clínica de la Universidad Santo Tomás.

Así mismo, los niños empiezan a establecer sus lazos de amistad, a partir de la imitación, es decir, tomando como ejemplo los patrones familiares y de la espontaneidad que, en este caso, es la necesidad innata de interacción.

“Dependiendo de la etapa evolutiva en la que el niño se encuentre, tiende a centrar todo sobre sí mismo: él se siente el centro del mundo; por lo tanto, compartir con los demás le permite ver que es necesario extender sus límites e interactuar con otros descubriendo
el mundo y descubriéndose a sí mismo”, añade Almanza.

En esta etapa, los amigos se convierten en una especie de refugio, un lugar donde alojar sus conflictos, secretos y confidencias. En ese sentido, la amistad de los ni ños no se basa en la posesión o exigencia hacia sus amigos, sino en la libertad y el apoyo mutuo.

De acuerdo con María Gladys Sánchez, psicóloga de la Universidad Javeriana, “la amistad de los niños se presenta en diferentes grados y se va reforzando con el tiempo.

El vínculo nace cuando los pequeños se relacionan entre sí y encuentran algo en común que les hace sentir empatía el uno por el otro. Hay amistades que nacen a los pocos minutos de relacionarse y otras que tardan años en hacerlo. Pese a esto, hay muchos lazos afectivos de este tipo que duran toda la vida y por lo general se consolidan desde la infancia”.

Amigos, los mejores aliados
La amistad es un vínculo que siempre está presente en las primeras etapas de la vida e influye de manera sustancial en el desarrollo de los niños, ya que juega un papel importante en el desarrollo de la personalidad y la formación de identidad.

Algunas investigaciones han demostrado que los menores entre los 11 y los 15 años declaran que no hablan con sus padres de situaciones íntimas. Por lo general, desconfían fácilmente de ellos, principalmente, en lo que se refiere a la situación sentimental y a los problemas personales. Si tienen alguna duda, no la consultan con sus papás, sino con sus amigos de su misma edad, porque se sienten más seguros. Pero, ¿este es un comportamiento extraño de los jóvenes, que puede generarles algún tipo de conflicto en el futuro? De acuerdo con la psicóloga María Gladys Sánchez, “la influencia de padres y amigos es distinta. Mientras los padres siguen siendo una fuente importante de valores, al tiempo que canalizan su futuro en cuanto a estudios y profesión, los amigos y las amigas, en la etapa infantil y en la adolescencia, son fundamentales, porque comparten preocupaciones, inquietudes y sentimientos. Igualmente, los niños y los jóvenes se forjan ciertas expectativas sobre sus amigos. De ellos esperan lealtad, comprensión, intimidad y existencia de intereses comunes para compartir. Por esa razón, en esta etapa de la vida, los amigos representan, si no el total, gran parte de la vida emocional de un individuo”.

Claudia Almanza, psicóloga de la Universidad Santo Tomás, agrega que la forma en la que los padres orienten esta conducta favorecerá o no el desarrollo de patrones efectivos de comunicación y socialización. La amistad, entonces, se convierte en el medio por el cual la persona crea vínculos desde pequeña, que le permiten desarrollarse emocional, física y cognitivamente.

Por su parte, en la adolescencia, el deseo de explorar el mundo se intensifica, se cree tener la suficiente autonomía para tomar decisiones, se hace la transición de dejar de ser niño para lograr ser adulto. Esta etapa conlleva factores, como la falta de experiencia,
la búsqueda de autoafirmación, la intensidad de emociones y el
deseo de encontrar su sitio en el mundo.

Es normal, entonces, que en estas circunstancias los muchachos busquen aliados que acompañen este proceso en el que se reconozcan mutuamente y se involucren con temas de interés comunes, como la música, la moda, ideologías y tendencias.

“Es necesario recordar que todos los seres humanos en todas las etapas de la vida buscan ser reconocidos, aceptados y amados. Por ello, el grupo de amigos se constituye en una fuente imprescindible de reconocimiento, aceptación y aprecio”, puntualiza Almanza.

Para no caer en amistades nocivas…
Todas las personas, desde pequeñas, se sienten más atraídas hacia quienes comparten intereses comunes y, por supuesto, por las personas que están en el medio en el que se desenvuelven, llá- mese barrio, colegio, región o país.

Cada persona, según sus necesidades afectivas o sus intereses, se relaciona y crea vínculos más o menos estrechos con quienes considera afines o a quienes admira. En algunas situaciones se sigue a personas, instituciones o grupos que pueden llegar a ser nocivos para los jóvenes, ya que pueden generar fanatismo, promover conductas asociales o autodestructivas, las cuales se aprovechan de la falta de autoestima o inexperiencia de quienes, sin medir las consecuencias y en contraposición del sentido común, se amalgaman a ellos.

Así, algunos adolescentes carecen de la capacidad de proyectar las consecuencias de sus actos y discriminar las buenas compañías y las no tan buenas, y se dejan llevar por la emoción o la sensación del instante; por ello, obran inconscientemente y se involucran con grupos extremos, con alcohol, con drogas o cualquier otro tipo de adicciones.

La envidia es otra de las emociones que tiene su raíz en creerse inferior o carente de lo que tienen otras personas. Por ello, el egoísmo genera envidia que, en ocasiones es enfermiza, en especial para quien la siente. “Parte del desarrollo evolutivo del niño es expandir paulatinamente su estado de consciencia, ampliando su visión egocéntrica para relacionarse consigo mismo y con el universo. Si esto se logra, las dificultades que se tienen en todas las etapas de la vida con respecto a la envidia o a inmiscuirse en situaciones nocivas no existirían; sin embargo, el tema requiere trabajo, una labor de aceptación y reconocimiento del otro y de sí mismo que se hace desde que las personas son pequeñas. “Para esto, los padres pueden enseñar a compartir a los niños y guiarlos con respeto, crear pensamientos y emociones de abundancia y no de carencia, desde que son pequeños. En vista de esto, si existen problemas de envidia en los niños, es fácil guiarlos, dándoles la oportunidad de entender el goce de dar, enseñando que, para poder recibir, se requiere dar”, así lo explica la psicóloga Claudia Almanza

Es claro que tener una buena amistad enriquece a los jóvenes como personas, les ayuda a crecer y los hace sentir útiles, necesarios y queridos. Es un momento de la vida en que los amigos constituyen el apoyo que necesitan en esa etapa en la cual están encontrando su identidad y creando su personalidad.

“En la adolescencia es cuando se crean esos mejores amigos, porque es una relación de complicidad que, si se cuida, dura muchos años o toda la vida”.

María Gladys Sánchez, Psicóloga. Universidad Javeriana

“la influencia de padres y amigos es distinta: mientras los padres siguen siendo una fuente importante de valores, los amigos son fundamentales, porque comparten preocupaciones, inquietudes y sentimientos”.

SENTIMIENTOS AMIGABLES

La confianza: un amigo es una persona con la cual se comparten secretos y experiencias. Por lo general, la confianza permite expresarse y actuar tal como uno es. Igualmente podrá contar sus más íntimos secretos y escuchará a la otra persona. La lealtad: el verdadero amigo es fiel. Jamás traiciona la confianza de alguien a quien considera su amigo ni le da la espalda cuando lo necesita. La sinceridad: la persona demuestra todo el tiempo lo que en verdad es y nunca finge sus emociones o estados emocionales frente a su amigo. Además, nunca se dicen mentiras entre sí, y son honestos. El respeto: un amigo acepta a la otra persona tal como es, acepta sus fallas y aciertos y nunca quiere cambiarlo como individuo. Los amigos no imponen sus pensamientos: más bien, aconsejan al otro y le advierten cuando creen que hay algo que le puede hacer daño. El cariño: es imprescindible para tener un buen amigo. Es un sentimiento desinteresado, bondadoso, que sólo busca el bienestar de la otra persona.

15 años, son la edad promedio en la que los menores evitan hablar con sus padres de situaciones íntimas o sentimentales, según investigaciones adelantadas.

Especial para Revista Edu.co
Por: Diana Carolina Sánchez

Artículos relacionados