Ser padres es ciertamente una tarea compleja. Es un rol que debemos ejercer como equipo, tanto para maximizar los beneficios de la paternidad, como para que sea disfrutable este regalo de la vida que son nuestros hijos. Como padres, debemos ponernos de acuerdo en el mensaje que trasmitiremos a nuestros chicos, tanto en los valores y prioridades que queremos inculcar en ellos, como en la disciplina y los rituales familiares que queramos ejercer en la cotidianidad.
Al casarnos, muy probablemente ya tengamos acordado si tener hijos o no y ya soñamos con lo que deseamos en el ámbito educativo para ellos, también habremos hasta fantaseado que serán cuando sean grandes, pero no siempre tenemos tan claro cómo será la puesta de límites y las rutinas que implementaremos o los conflictos que surgirán hasta que los vivamos.
Cuando llega ese momento en que nuestros hijos no nos dejan dormir, traen una mala nota, o regresan embriagados a casa, todo eso que parecía tan claro en cuanto a la crianza, deja de serlo. En esos mismos momentos, cuando el enfoque tendría que estar en los chicos, ya que es cuando más nos necesitan, es que tantas veces quedamos enfrentados echándonos culpas, acrecentando el conflicto y lastimándonos, en vez de ver esto como una oportunidad de afianzar el vínculo y trabajar conjuntamente para resolverlo.
Tantas veces vemos a nuestra pareja manejar situaciones de un modo que sentimos es incongruente con los valores y prioridades que queremos trasmitir, pero también es cierto, que muchas veces nos sorprendemos al verlos manejar situaciones con nuestros hijos y pensar que nosotros no podríamos haberlo manejado tan bien. Por esta razón, es importante tener claro el estilo de cada uno y sus fortalezas para potenciar nuestro relacionamiento con nuestros hijos. Somos seres distintos y en esa diversidad es que cada cual tendrá sus herramientas para brindarles lo mejor. Por momentos los chicos necesitan una mano más firme, otras veces solo comprensión y cariño y otras tantas que sean ambos padres quienes validen sus pasos. Cada uno de nosotros puede brindar algo que el niño necesita teniendo siempre en cuenta la importancia del mensaje que deseamos trasmitir.
Algunos beneficios de educar en equipo
Como mencionamos anteriormente, ante diversas situaciones, los niños pueden necesitar algo distinto y además, nosotros tenemos estilos distintos para aproximarnos a las diversas situaciones y eso está bien, siempre que estemos de acuerdo en los valores y mensajes que les queremos trasmitir. Por ejemplo, ¿qué pasa cuando nos llaman de la escuela para informarnos que nuestro hijo tiene un problema de conducta y nuestra pareja (cuando nos refiramos a pareja será como pareja parental y no necesariamente la pareja matrimonial ya que a lo largo de la vida, podemos dejar de ser esposos, pero nunca dejaremos de ser padres) quiere sancionar al niño severamente mientras que nosotros creemos que hay que escuchar a la institución y al niño antes de tomar medidas?
Gottman plantea la importancia de entender qué está pasando con el niño antes de actuar, ya que actuar sin entender puede llevarnos a intentar resolver el problema equivocado manteniéndose el problema real. Sabiendo esto es que, probablemente nos inclinemos por escuchar primero al niño, pero puede pasar que nuestra pareja prefiera ejercer la crianza del mismo modo en el cual él o ella fueron criados e ir directamente a la sanción. La realidad es que no solo el niño percibe que puede aliarse con uno de los dos, sino que desacuerdos de base, traen consigo fricciones importantes en la pareja poniendo nuevamente la atención en la lucha de poder de la pareja y no en el niño que es quien nos necesita en este momento.
Por este motivo, es importante que ambos compartan razones y sentimientos para hacerlo de un modo u otro y así, lograr escuchar y genuinamente validar la postura del otro para poder tomar una decisión conjunta de cómo encarar la situación y de darle al niño un mensaje congruente con los valores que deseamos trasmitirle. Es así que además, se verá fortalecido el rol parental y también la relación con nuestros niños, quienes recibirán un mensaje congruente y acertado de cómo comportarse en adelante.
Sabemos que el modo en el cual nos relacionamos con nuestros niños tiene un enorme impacto sobre ellos. Las investigaciones indicarían que:
-El sentido de seguridad del niño está altamente vinculado al modo en el cual se relacionan sus padres entre ellos.
-La felicidad del niño y su desarrollo depende altamente de la calidad de la relación que el niño tiene con cada uno de sus padres.
-La cronicidad de conflictos entre los padres está asociada a problemas de conducta y afecta el sano desarrollo del niño. Esto no quiere decir que porque estemos en desacuerdo con el padre o la madre de nuestros hijos, los mismos tendrán problemas de conducta o desarrollo. Esto quiere decir que el modo en el cual enfrentamos los conflictos y cómo nos relacionamos frente a estos es lo que mostrará al niño cómo se enfrentan y se resuelven los mismos.
Si ante desacuerdos o conflictos aprendemos a escuchar e intentar genuinamente ver la postura del otro y cómo se siente al respecto para proceder de manera conjunta, estaremos modelando para nuestros niños un modo adecuado de enfrentar los problemas, además, fortaleciendo el vínculo parental. Si en cambio, el niño ve que los padres discuten y se enojan, lastimándose cada vez que enfrentan un conflicto, el niño aprende a evitar situaciones conflictivas, y muchas veces, a esconder los problemas para evitar esas situaciones que le resultan dolorosas o violentas. Sabemos que cuando evitamos el enfrentamiento del conflicto, éste jamás desaparece, por el contrario, tiende a crecer, muchas veces, haciéndose inmanejable a futuro y resultando en vínculos y auto-estimas dañadas.
Cuando estamos en desacuerdo con el otro en cómo manejar ciertas situaciones, podemos modelar y trasmitirles a los chicos una forma positiva de manejar las diferencias. Es importante poder trasmitirles que los conflictos son parte de la vida y que escucharnos y trabajar en equipo para resolverlos es un modo de tener éxito, ya que es una oportunidad para que cada cual aporte una visión constructiva de resolución, generando mayores posibilidades de éxito conjunto.
Trabajar en equipo es trabajar juntos para resolver algunos temas, lidiar y manejar del mejor modo posible lo que por momentos no se puede resolver.
Equipo, apoyo, comunidad…
En crianzas comunitarias hay gran respeto por lo que dicen los mayores de la comunidad. Ellos funcionan como guías y ejemplo de los valores que la comunidad desea dejar como legado generación tras generación. Nosotros tenemos el privilegio de contar con abuelos, padrinos, consejeros educativos e incluso psicólogos que podrán servir como facilitadores a la hora de ayudarnos a ver la forma en la cual llegar a un acuerdo en cuestiones que afectan a nuestros niños. También pueden convertirse en parte de nuestra red de apoyo incrementando el trabajo en equipo en la crianza, acrecentado un respaldo positivo en el desarrollo integral de los niños, ya que no solo recibirían el cariño de sus padres, sino diversas herramientas y perspectivas para aprender a tener una mirada más amplia frente a cualquier situación de la vida.
Para que un equipo funcione, sea desde una pareja hasta un gran número de personas, es importante que cada individuo se haga cargo de sí mismo, un buen funcionamiento individual en todos los aspectos, es clave para ser parte de una estrategia grupal. Si nos sentimos abrumados con tantas tareas y responsabilidades, es importante que podamos distribuirlas de modo adecuado y extender la red para poder llegar a cumplir con nuestros roles y responsabilidades y así además, no estar agotados y tener tiempo para disfrutar de la crianza de los chicos.
Algunos tips para lograr trabajar en equipo
1. Establecer roles claros: Es importante que cada miembro de la familia conozca y esté de acuerdo con los roles y responsabilidades que le pertenecen. Hay roles que son compartidos por ambos padres, como ser brindar protección y seguridad para sus hijos, disciplinarlos, apoyarlos, amarlos… Muchos conflictos aparecen cuando los miembros de las familias no tienen muy definidos sus roles por lo que no tienen claro que es lo que se espera de ellos. El establecer estos roles claramente ayuda a un funcionamiento familiar efectivo ya que cada miembro conoce qué se espera de ellos.
Si los individuos no cumplen con lo que se espera de ellos, otros miembros de la familia tendrán trabajo extra para hacer y esto puede generar roces y resentimiento, agotándonos y abrumándonos y con esto se lastima el sano funcionamiento familiar.
2. Ser flexibles: para un sano funcionamiento familiar, debemos saber que estamos en continuo cambio y que nuestros roles familiares cambian naturalmente a lo largo del tiempo. Nuestro rol de padres cuando nuestros niños son pequeños, es de absoluta dependencia, va evolucionando hacia la independencia de los mismos hacia la adolescencia, y posteriormente hacia una sana interdependencia hacia su adultez. También pueden cambiar nuestros roles si sucede una crisis familiar donde algún miembro se enferma por ejemplo y para un sano desarrollo familiar, cada cual debe ajustar y adaptarse a un rol que puede ser temporal o más permanente. Una vez que pasa la crisis, es importante poder hablar de los roles y responsabilidades de cada uno y que cada cual se apruebe su rol para evitar resentimientos futuros.
3. Delimitar roles de modo justo: en las familias sanas, cada miembro es responsable de cumplir ciertos roles. Estos roles deben ser distribuidos de modo tal que no sea un solo miembro quien tenga que cumplir demasiados roles y termine agotado, quemado y resentido con la familia. También los chicos pueden tener roles y responsabilidades que cumplir, donde tampoco tendrán que ser sobrecargados, pero sí aprender a ejercerlos obteniendo la satisfacción de saberse responsables y efectivos. Esto a su vez ayuda a potenciar su autoestima, sintiéndose satisfechos en lo que pueden lograr y a su vez, conectado emocionalmente a “su equipo”.
4. También es cierto que no solo es necesario trabajar en equipo para disciplinar y trasmitir valores a nuestros niños ya que no solo se trata de eso. No debemos olvidarnos de la diversión. El tener cada uno un rol o un espacio para hacer ciertas cosas con los hijos, ayuda a fortalecer los vínculos. Hay ciertas actividades que un padre puede disfrutar más que el otro, y eso es justamente una oportunidad de construir experiencias y memorias juntos. También en esos espacios, pueden sumarse hermanos que les agraden las mismas cosas, pero cada niño tiene que poder tener un espacio propio para compartir con uno de sus padres. Por supuesto no debemos olvidarnos de actividades placenteras para ejercer en familia, como salir a comer juntos, hacer alguna actividad al aire libre o jugar algún juego de mesa que sea adecuado para todas las edades.
Claramente es importante poder tener cada cual su espacio y mantener su individualidad para poder aportar cada cual, desde su rol. Es fundamental escuchar y entender al otro para pensar conjuntamente en cómo ejercer esta maravillosa tarea de ser padres trasmitiendo los valores centrales que deseamos dejarles en cada paso que damos.
Gottman & Gottman (2012). Emotion Coaching: The Heart of Parenting. The Gottman Institute.
Especial para Great Place to Study Colombia
Por: Vicky Nogales
Psicóloga, egresada de West Texas A&M, Posgrado en Psicología Educativa Terapeuta Familiar Sistémica, Profesora Adjunta de la Universidad Católica del Uruguay Counseling familiar, Counseling Educativo y Orientación Vocacional Ocupacional