El éxito está en el reconocimiento de las propias emociones y cómo éstas se transmiten a los demás de forma positiva. Es un proceso que se inicia desde el hogar y continúa en los diferentes ámbitos en que se desarrolla el adolescente.
¿Qué es la educación emocional?
La educación emocional, básicamente, consiste en el reconocimiento de las propias emociones, sus características, su intensidad, su alcance, los límites que fijan, lo que permiten y sus significados íntimos. Parte de esta educación consiste en saber dónde, cuándo, a quién y cómo expresar estas emociones de manera asertiva (no de manera agresiva ni pasiva). Así mismo, involucra el control que se tiene sobre éstas y la clara conciencia de que con ellas se puede llegar a afectar a otras personas, lo cual involucra un ejercicio de responsabilidad consigo mismo y con los demás.
¿Quiénes deben ofrecer una educación emocional a los niños?
Se inicia con la familia: padres, abuelos, tíos, cuidadores, hermanos y continúa con los profesores, entrenadores, mentores y demás personas que tienen que ver con el desarrollo de los niños. La responsabilidad de esta educación es de todos. Está comprobado que los padres que expresan sus emociones de manera controlada sirven de ejemplo para sus hijos. Los niños, desde muy temprana edad, aprenden a través de sus modelos. Es así como ellos, en muchos casos, reaccionan ante ciertas situaciones como lo harían sus padres.
¿Por qué a veces los padres se equivocan en este tema?
A veces se presentan dificultades cuando los padres no tienen conciencia de sus emociones. Sin ella, les es difícil expresar sus emociones, saber cómo y en qué momento hacerlo y ser sensibles a la realidad de los demás. Con estas dificultades cabe preguntarse qué tipo de educación emocional se da a los hijos y cómo podría mejorar esta situación.
¿Cómo deben prepararse los padres para identificar las emociones de sus hijos?
La invitación para los padres es sólo una: conozcan, vivan sus propias emociones. Estas son maestras, muy sabias y cada una tiene algo diferente que enseñar. Es así como, a través de la tristeza, logramos conocimientos sobre nosotros mismos, que en la rabia sería imposible identificarlos y, a través del miedo, podemos acercarnos a límites que en la alegría nunca reconoceríamos. Vale la pena que con estas cualidades se atrevan a conocer sus propias emociones y a identificar sus significados. El paso siguiente es enseñar a los niños a diferenciar y nombrar las emociones propias y las de los demás. La realización de estos ejercicios permite que los niños interpreten de manera correcta las emociones, las asocien con pensamientos que promuevan el aprendizaje y desarrollen un control sobre aquellas emociones que conlleven a consecuencias negativas.
¿Cuáles son las ventajas de ofrecer una buena educación emocional?
Los niños educados con modelos que expresan sus emociones de manera adecuada aprenden a canalizar y a expresar sus emociones asertivamente: de forma sincera y precisa, y logran decir lo que desean sin atentar contra ellos mismos o los demás. Estos niños asumen el optimismo como una forma de vida. A nivel psicosocial y emocional, cuentan con habilidades para relacionarse, son abiertos al cambio y a las opiniones de los demás, son flexibles, proactivos, empáticos, seguros y su autoestima es firme. A nivel intelectual estos niños logran aprendizajes más efectivos y eficaces. Su concentración es mayor y pueden responder a las exigencias del entorno con un mayor número de recursos personales.
A veces se presentan dificultades cuando los padres no tienen conciencia de sus emociones. Sin ella, les es difícil expresar sus emociones, saber cómo y en qué momento hacerlo y ser sensibles a la realidad de los demás.
Especial para Revista Edu.co*
Por: Andrés Eduardo Chicué. Psicólogo de la Universidad Javeriana